Soy Francisco José Pablos Sanchez, tengo 30 años y soy de Tarragona.

 

 

 

CÓMO EMPEZÓ TODO

 

 

 

Con 19 años aproximadamente, empezó a gustarme el tema de la herrería, cuando iba a algún mercado de artesanía, me quedaba absorto en el bruñir del martillo y el fulgor de las llamas, y en como el herrero domaba el metal a su antojo. Era hipnotizante verlo, y en mi poco a poco se fué fraguando un deseo.

 

 

 

Con 22 años me fuí de vacaciones a Toledo y con la voluntad previa de encontrar algún taller que poder visitar, y en el que dejar un currículum o lo que se diese, tan sólo pedía aprender, no quería sueldo, tan sólo un lugar  donde dormir y comer, era todo lo que precisaba para acercarme a mi sueño. El único que me abrió las puertas de su taller fue J. Antonio Sánchez, que muy amablemente me hizo un tour por su taller, encendió la fragua, y se dispuso a dar unos golpes para que viera como era; y ahí en ese preciso instante, fue cuando me dije que fuese como fuese ese sería mi destino, ser herrero. Mas tarde, subimos a la oficina y estuvimos hablando, estuvo enseñándome sus mejores obras, contándome múltiples historias y anécdotas, el tiempo se me paso volando. Al cabo de un buen rato, entre risas; y poco antes de despedirnos, me puse serio y con vergüenza (a causa de mi timidez, que espero ir perdiendo, y que podréis ver en los vídeos), le pregunté si podía ser su aprendiz. Él me explicó muy educadamente, que no entraban muchas encargos, y amablemente me dijo que no podía en ese momento, yo le entregué un currículum por si cambiaba de idea o le surgía algún encargo grande y necesitaba ayuda.

 

 

 

Al volver a mi hogar comencé a buscar materiales y herreros por mi zona. Cual fue mi sorpresa cuando descubrí que al lado de la parcela de mis padres, había un herrero jubilado. Lo descubrí cuando, pasando en coche con mi padre, miré hacia el lado y, a través de una abertura de la puerta, vi una fragua. Tal fue el respingo de sorpresa que dí, que asusté a mi padre. Le pedí que parase para poder hablar con él, aunque al entrar descubrí que era un hombre un tanto huraño que se cerró en banda, y tan siquiera intentó conversar.

 

 

 

Al cabo de un tiempo descubrí otro herrero en un pueblo cercano, un señor jubilado el cual se ofreció a que, cuando estuviese haciendo algo en mi taller y no entendiese, le fuese a preguntar. Además, si necesitaba algo de material, me lo podría vender. El problema fué que mis recursos económicos se agotaron, puesto que ya llevaba un tiempo sin trabajar. Mas adelante volví a intentar contactar con este herrero (*), pero por seguir el orden cronológico habrá que esperar un poco.

 

 

 

 

 

Me hice con un yunque que tardé como 3 años en conseguir, lo vi en un mercado y durante todo ese tiempo, cada sábado iba a lo largo de la mañana dos o tres veces a ver si lo bajaba de precio, hasta que un día (supongo que por tenaz), me lo dejó a un precio al que yo si podía acceder. Me hice una fragua con un soporte para las ollas, una plancha de acero, un secador de pelo y el tubo de una farola rota (no soy un vándalo, trabajaba en fomento y la cogí del basurero) .

 

 

 

Poco a poco, cuando tenía días libres, fuí haciendo algunas cositas, comprando alguna máquina y mejorando la fragua. Esta era un poco rara, con piezas de diferentes cosas soldadas: que si un tubo, una pletina... La llamaba "Frankenstein".

 

 

 

Mientras iba haciendo mi labor autodidacta como herrero, me surgían problemas con las piezas: se me rajaban, se me quemaban... No sabía el porqué pero yo seguía practicando. Al no tener Internet y apenas tiempo, era difícil buscar información, y cuando me enteraba de algún mercado medieval y había un herrero, aprovechaba para preguntar, aunque siempre ha habido mucho secretismo en este mundillo y era raro encontrar quien te explicase algo. Solían contestarme con cosas como "es que el hierro es viejo y por eso se te raja" (lo cual no me cuadraba).

 

 

 

 

 

Pasaron los años y un día, viendo los vídeos de Ramón Recuero, ví que tenía web y entré a curiosear, y fue entonces cuando descubrí que daba cursos en su escuela de Toledo. No tuve que pensar nada, tenía un trabajo estable por aquel entonces, calculé cuanto me faltaba por ahorrar (unos 2 meses), y al día siguiente me reuní con mi jefa, lo hablé con ella, llamé a la escuela y lo dejé todo listo para alcanzar mi sueño.

 

 

 

¡MI SUEÑO EMPEZABA!

 

 

 

Tras 2 meses de enseñanza, con conocimientos más allá de la herrería, grandes consejos y la experiencia de colaborar juntos; se empezó a formar algo en la cabeza de Ramón Recuero. Antes de fimalizar del curso de larga duración (muy recomendable) me dijo de hablar después de las navidades para el 2018.

 

 

 

*Aquí continúa la historia de arriba (la del herrero que iba a ayudarme): fuí a buscar al herrero, pero tras ir varias veces y no poder encontrarlo, le dejé una nota en el bar de al lado. Al cabo de unos días me llamó el hermano del herrero, me contó que había fallecido y que lo habían vendido todo. Así que volví a la andanza visitando chatarrerías y desguazes para conseguir materiales.

 

 

 

Llamé y pregunté a Ramón Recuero por lo que tuviera en mente y me gustó la idea que tenía, aunque estaba fuera de mi zona de confort, dije que sí. Por encima de todo tenía un sueño que cumplir. Al pasar un mes volvimos a hablar, y me dijo que me acercara para hacer una reunión, que íbamos a estudiar la forma de desarrollar el nuevo proyecto que estaba organizando: “un curso de profesionalidad”. Empezó siendo una semana, y a medida que hablábamos, aumentaba el tiempo hasta los quince días. Al llegar a la escuela y pasar unos días, resultó que ya no había fecha de vuelta a casa. Comenzó el proyecto, y yo tan solo con una maletita y sin apenas dinero (puesto que el plan era volver a casa a trabajar y ahorrar algo para cuando me avisara).

 

 

 

Somos dos chicos, Albert Tulon Andreo (de Girona) y yo (de Tarragona), investigando como hacer para montar nuestra pequeña empresa, y poder vivir de lo que nos gusta, bajo el amparo de la Escuela de Herreros.

 

Ramón Recuero nos ha brindado una gran oportunidad, con su experiencia y amabilidad, nos permite hospedarnos en la escuela a cambio de ayuda en el mantenimiento, hasta que podamos empezar a tener algún ingreso. 

 

 

 

Y así; con mucha ilusión y trabajo por delante, empieza la aventura.